Como facilitadora y acompañadora de personas y organizaciones a conectar con su esencia, echo muchísimo de menos las sesiones presenciales.
Estar con las personas, observar cómo se mueven, qué hacen, cómo responde su cuerpo a la dinámica y sentir la energía del ambiente me da mucha información cuando las acompaño.
Y por supuesto, adoro el contacto y la cercanía a las personas. Una de las razones principales por las cuales me dedico a esta profesión…
Y en este nuevo contexto, se ha reducido en gran medida lo presencial para dar paso a lo «virtual».
En un primer momento puede parecer una desventaja, un obstáculo e incluso un impedimento en el momento de acompañar. Pero si hay un aprendizaje que me quedó grabado durante la formación de FS, es la de adaptación e improvisación con «lo que hay» en ese momento y lugar.
Si estamos dispuestos a recibir, todo es de utilidad para la facilitación.
Y así, los obstáculos se transforman en puentes. Puentes hacia la facilitación, en la cual el único control ha de estar en estar presente y receptiva.
Gracias a los encuentros con la comunidad de FS, aprendí a transformar lo «virtual» en un puente, poniéndolo al servicio de las personas.
Y me está dando excelentes resultados tanto como con equipos como con personas individuales, llegando incluso a niveles que en un modo presencial no llegaría, por el hecho de que las personas se encuentran en sus espacios, en su intimidad y con ellas mismas.
Ocurre la magia y ellas se dan el permiso de recibir y profundizar en su interior, porque están en su medio, en su hogar, con un ordenador como ventana a la que pueden echar la cortina en el momento que lo necesiten.
Y una de las sesiones que más me ha marcado es la sesión con Maite, además de por la increíble historia de Maite, por el lugar en el que ella eligió llevarla a cabo…
Maite considera la Mar como su hogar, es el lugar donde se siente en Paz y cada vez que puede da un paseo por la playa o se adentra en la Mar con su barco.
Por lo que cuando le pedí a Maite que eligiera un lugar para una sesión, ella eligió la playa, a orillas de la Mar…
Delimitó su espacio dibujando un cuadrado en la arena, recogió un montoncito de piedras y se encargó de traer papel, rotulador y una cuerda.
Colocó el móvil de tal forma que yo pudiese verla a través de zoom y los auriculares Bluetooth para que pudiera guiarla con mi voz.
Y entonces ocurrió la magia…
Debo reconocer que al inicio de la sesión me asaltaron innumerables dudas: ¿habrá demasiado viento y no me oirá? ¿le interrumpirán alguien? ¿conseguiré verla bien? y un largo etc.
Preguntas que contesté una a una con la frase: Todo está bien, confía.
Y el resultado fue espectacular…
Maite pudo explorar su relación con su niña interior y qué le frenaba a seguir materializando su propósito en su vida personal y profesional
Y para ella todo tenía sentido: el velero que divisó en la Mar cuando se colocó encima de la piedra que representaba a su niña interior, la forma de las piedras que eligió para representar a su Yo actual, el barco pesquero que divisó al colocarse frente a su futuro, TODO tenía sentido para ella.
Terminó la sesión muy emocionada y con mucha información para dar los siguientes pasos. Su cara, su voz y su energía, todo era distinto, todo había cambiado.
En esos momentos es cuando realmente entiendo que utilizar la dimensión «virtual» en la Facilitación Sistémica, no sólo tiene sentido, sino que se ha convertido en la combinación perfecta para llegar allí donde más al servicio me siento: la Esencia.
Estamos en una nueva era, en la que podemos llegar aún más lejos si miramos con los ojos de la confianza.
Todo está bien.
Melhen Iglesias, consultora, coach y facilitadora para empresas con alma.
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