Un papel boca abajo, como la niña de la imagen que acompaña a este post y cuya perspectiva puede resumir la experiencia compartida por las dieciocho personas que apostaron (apostamos), algunas hace siete años, por una formación que, entonces, constaba de cinco módulos. No sólo estaba en pañales, también era una auténtica locura: la Facilitación Sistémica.

Aprovecho para recomendaros la lectura de este libro de Rosa Montero (Editorial Seix Barral)

Ramon Lacruz, con su mirada precisa y su alma entregada, ha sido siempre un motor incansable que impulsa, inspira y contagia a quienes le rodean. Allá donde pone el ojo, pone también el alma, y ese compromiso profundo ha sido, desde el principio, un faro que atrajo a aquellos primeros facilitadores sistémicos, llenos de curiosidad y de una necesidad imperiosa de algo nuevo. Lo que comenzó como un acto de valentía e intuición en la primera edición de la Facilitación Sistémica, hoy sigue creciendo como un movimiento imparable.

Este pasado fin de semana, nos hemos vuelto a reunir en Can Gensana, una masía preciosa en el Montseny, para lo que fue más que una simple formación: fue un verdadero regalo ancestral. Un reencuentro de pioneros, pero con la sabiduría que otorgan los años de experiencia profesional y humana, y con una sensación renovada de propósito y conexión con algo mucho más grande que la suma de nuestras partes.

Allí, en ese espacio tan especial, me acordé de uno de los principios fundamentales de nuestra metodología: “honrar las fuentes”. Honrar a todas aquellas personas que han sido parte de la evolución de este proyecto, que han aportado su locura, su visión y su confianza. Porque no podemos olvidar que fue esa locura creativa, ese atrevimiento de ir más allá de los límites de la cordura, lo que nos trajo hasta aquí.

La locura que nos cura y nos cuida

La Facilitación Sistémica, desde sus comienzos, se ha basado en esa locura. No en el sentido de perder la razón, sino en el de atreverse a cruzar la delgada línea entre lo posible y lo verdadero. Es en esa transición donde ocurre la magia: un puente limpio en el que solo aquellos que se lanzan al vacío, sin saber lo que encontrarán, son los que logran caminar por él. Y quiero honrar y agradecer profundamente a esos primeros valientes que, en su momento, decidieron lanzarse a esta formación.

Llegué a esa primera edición tras ocho años viviendo en el campo, trabajando principalmente en el ámbito social y con pequeñas empresas. Apenas tenía experiencia con grandes organizaciones, pero algo en mi interior me decía que este era el camino. Y así, ante mí, se presentaron un grupo de coachs cualificados, con más experiencia que yo en muchos sentidos, y decidieron confiar en lo que proponíamos. Dieron ese paso valiente, y cruzaron la cuerda que separa la cordura de la locura para lanzarse a este viaje.

Honrar a los primeros pioneros

No puedo dejar de agradecer y honrar a esas primeras personas que decidieron apostar por mí, por la Facilitación Sistémica y por el potencial de lo invisible. Eran profesionales de gran trayectoria que, aun sabiendo que esta formación implicaba un gran compromiso (y un alto precio), sintieron en lo más profundo de su corazón que había algo en la llamada de Ramon Lacruz que resonaba con ellos.

Apostaron por este viaje, no solo como un aprendizaje más, sino como una manera de transformar sus vidas y las vidas de aquellos a quienes acompañarían en el futuro. Esos primeros pioneros se convirtieron en los arquitectos de algo nuevo, en los que marcaron el rumbo de lo que hoy es un movimiento que ha crecido y sigue creciendo.

El viaje continúa

Hoy, con más de 7 años desde que todo comenzó, estamos a punto de lanzar la 13ª edición de la Facilitación Sistémica en Donostia y la 14ª en Olot, y la comunidad sigue expandiéndose. Somos una red de locos creadores de espacios, de artistas en el arte de acompañar, y todo esto no habría sido posible sin el coraje, la confianza y la locura de aquellos que se atrevieron a dar ese primer paso.

Gracias por vuestra confianza. Gracias por vuestro corazón valiente. Este viaje no es más que el comienzo de algo mucho más grande que nosotros mismos. Porque, al final, mi único mérito es precisamente ese: no hacer, dejar que el Campo de Información nos conecte con algo que trasciende y nos guíe hacia lo que necesitamos ver.